miércoles, 30 de mayo de 2012

MIRAR LAS VISTAS

Uno de mis mejores maestros fue un hombre al que conocí hace muchos años en el paseo maritimo de Coney Island. Era diciembre, y yo estaba escribiendo un reportaje sobre las penurias de los sin techo durante los meses de invierno. Estábamos los dos sentados al borde de los tablones de madera, balanceando los pies en el aire, y él me habló de su rutina diaria, de cómo se las apañaba vagabundeando por el bulevar cuando ya no quedaba rastro de las hordas de veraneantes, durmiendo en una iglesia cuado la temperatura llegaba bajo cero, escondiéndose de la policía entre la montaña rusa y los autos de choque y otras atracciones del verano.
Pero me contó que la mayor parte del tiemp lo pasaba en el paseo maritimo de madera, contemplando el mar, como estábamos en ese momento, incluso cuando empezaba a hacer frio y tenia que taparse con los periódicos después de haberlos leido. Yo le pregunté por qué lo hacía. ¿Por qué no se acercaba al hospital para una cura de desintoxicación?
Se quedó mirando el océano, fijamente, y dijo: <<Mire qué vistas, señorita. Mire qué vistas>>.
Y cada dia, de alguna manera, trato de hacer lo que me dijo. Trato de mirar las vistas. Eso es todo. Palabras sabias de un hombre sin una moneda en el bolsillo, sin un lugar adonde ir, sin un sitio donde vivir. Mirar las vistas. cuando hago lo que me dijo, lo que veo nunca me defrauda.
Anna Quindlen.
<<La vida está hecha de momentos, trocitos de mica en un estrecho y largo camino de granito. Sería maravilloso que nos llegaran intactos, pero eso no puede ocurrir. Tenemos que aprender a vivir, vivir realmente... amar el viaje, no el destino>>.

jueves, 24 de mayo de 2012

UNA MOCHILA PARA EL UNIVERSO

Si a lo largo del día te pasa una cosa mala, tres buenas y cinco neutras, que es la media normal, cuando te vas a la cama piensas en la mala.
 Elsa Punset ha publicado el 22 de mayo, el libro  Una mochila para el universo, una guía práctica aplicada a la vida cotidiana para aprender a entender y gestionar las emociones, a lo que los estudiosos, basándose en los últimos avances de la neurociencia, dan cada vez más importancia para aumentar nuestro nivel de felicidad.
¿De qué sirve llorar? ¿Qué podemos hacer para cambiar nuestra suerte? ¿Tiene algún propósito el enamoramiento? ¿Y por qué es tan inevitable el desamor? ¿Cómo aprendemos a tener miedo? ¿Por qué sentimos envidia? ¿Cuántos amigos necesitamos para ser felices? ¿Podemos evitar estresarnos sin necesidad?  Y, más allá de las mil dietas milagrosas, ¿existen trucos emocionales para adelgazar?

A éstas y muchas otras preguntas, trascendentales y cotidianas, responde Elsa Punset en este libro, concebido como una «pequeña guía de rutas variadas» que transitan por la geografía de las emociones humanas con el propósito de hacernos más fácil comprender lo que nos rodea, reconocer la importancia de nuestras relaciones con los demás, descubrir que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, encontrar formas eficaces de comunicarnos, gestionar la relación entre el cuerpo y la mente, potenciar el caudal de alegría que encerramos, organizarnos para lograr fijar y cumplir nuestras metas y ayudar al cerebro humano a contrarrestar su tendencia innata «a la supervivencia miedosa y desconfiada».

Porque, como señala Elsa Punset con palabras transparentes y sencillas, para transformar nuestras vidas y nuestras relaciones «no necesitamos tanto como creemos: en una mochila ligera cabe lo que nos ayuda a comprender y a gestionar la realidad que nos rodea».

miércoles, 16 de mayo de 2012

CONECTAR CON EL PLANETA

La tierra es mucho más asombrosa de lo que pensábamos. La hipótesis Gaia, que comprende el planeta que nos acoge como un sistema interconectado y con vida propia, hace que nos cuestionemos nuestro lugar y nuestra responsabilidad en el mundo. Así, conectar con el planeta se conviete en una parte fundamental de la transformación humana.
En una famosa carta, san Bernardo de Claraval escribía: "Créeme, he descubierto que encontrarás mucho más en los bosques que en los libros. Los árboles y las piedras te enseñarán lo que nunca aprenderías de ningún maestro". Somos parte de una red compleja y sutil que incluye todas las formas de vida del planeta, una red que no hemos tejido y que no podemos entender plenamente, su magia desborda nuestra comprensión.
Un aire fresco y renovador inunda nuestro pequeño mundo individual cuando nos abrimos a la red de la vida que nos rodea. Podemos hacerlo adentrándonos en un bosque, abarcando con la mirada la amplitud del horizonte, viendo un cielo en cada flor y un mundo en cada grano de arena o contemplando desde la costa cómo las aguas transforman la luz del sol en destellos de diamante... sintiendo cómo el planeta nos sostiene desde el suelo, nos abraza desde los puntos cardinales y nos cubre con el manto de la atmósfera.
Durante milenios, nuestros antepasados sintieron que el conjunto del planeta era algo vivo; la Madre Tierra, la Pachamama. Leonardo de Vinci, que no solo fue un genio del arte sino también de la ciencia, vio importantes analogías entre el cuerpo del planeta y el organismo humano. Leonardo señaló que el agua que circula en múltiples ciclos  por el planeta equivale a la sangre que circula por nuestras venas, que las rocas son los huesos del planeta. que el suelo que pisamos es su carne y que el ritmo de las mareas oceánicas equivale al ritmo de nuestra respiración. En  los últimos siglos la ciencia aparcó estas ideas e intentó explicar el mundo como una gran máquina, compuesta de alementos separados e inertes y regida por leyes matemáticas. Pero a menudo sentimos que las fórmulas y explicaciones académicas solo dan cuenta de una pequeña parte de lo que encontramos en bosques, montes, ríos y mares.
Conectar con el planeta es esencial para la transformación que nos pide nuestro tiempo. Y al conectar con el planeta, conectamos con nosotros mismos: descubrimos que no acabamos en nuestra piel, nos abrimos a una realidad más amplia, encontramos un yo má profundo y sabio.
Cada uno es un microcosmos en resonancia con el conjunto de lo que existe. tu cuerpo y tu mente son microcosmos de la tierra y del universo. Y, por ello, cuidar de la tierra es cuidar de nosotros mismos.
Jordi Pigem (autor de Valores para un mundo en transformación)

jueves, 10 de mayo de 2012

EL PARAÍSO INTERIOR

Image and video hosting by TinyPicSolemos idealizar las épocas pasadas, sin darnos cuenta de lo que nos ofrece el presente.
EN LOS CÍRCULOS BUDISTAS se suele decir que la persona neurótica tiene la mente de un mono loco, que va corriendo y saltado de rama en rama para no llegar a ningún sitio ni acertar a conseguir nada. Del mismo modo, cuando sufrimos psicológicamente, no cesamos de buscar la solución a nuestra infelicidad aquí y allá, y no la encontramos en ningún sitio.
LA VERDADERA SOLUCIÓN es detenerse para darse cuenta de que ya lo tenemos todo. No hay que buscar más, ni en el presente, ni -mucho menos- en el pasado. Cualquier tiempo pasado no fue mejor; eso es solo una ficción. Nuestro presente ya basta para disfrutar plenamente de la vida, y el futuro podría ser tan bueno o mejor si nos amueblamos bien la mente, si dejamos de quejarnos y nos ponemos a valorar positivamente lo que poseemos.
El bienestar habita en nuestra mente, en la menera de afrontar el presente, y no en lo que podamos lograr o acumular.
Rafael Santandreu (autor de El arte de no amargarse la vida: las claves del cambio psicológico)

viernes, 4 de mayo de 2012

EL ARTE DE DESACELERAR

Nos esforzamos por estar activos en todo momento; sin embargo, el ocio puede ser una manera de "hacer" mucho más saludable. Descansar, contemplar, soñar despiertos... aumenta el bienestar de cuerpo y mente, genera nuevas ideas y ayuda a "fluir" con la vida.
 
¿No tiene la sensación de que la vida se le está escurriendo permanentemente entre los dedos? Padecemos una sobrecarga de estímulos, tenemos la sensación de estar sometidos a una permanente exigencia... y, sin embargo, ansiamos transmisores de datos más rápidos, móviles con más prestaciones; estamos conectados a Internert a todas horas, siempre disponibles...
y tenemos miedo de perdernos algo, de quedar "descolgados", como si nuestro tiempo cada vez escaseara más, y soñamos con un momento de relax... Pero, al mismo tiempo, no hay nada que temamos más que la inactividad y el aburrimiento
 Necesitamos un cambio de rumbo, desandar el camino de la aceleración y recuperar la calma. Pero para encontrar la fuerza suficiente, nos urge precisamente eso de lo que más carecemos: ocio para desarrollar nuevas ideas y tiempo para revisar nuestros arraigados modos de conducta. Los estados propicios al ocio -dormir, meditar o simplemente mirar por una ventana-  no son en modo alguno tiempo perdido, sino que fomentan nuestro bienestar, la creatividad e, incluso, el rendimiento. Y resistirse al enorme flujo de información y comunicación actual y a estar en disposición permanente no es descolgarse del mundo, sino ganar tiempo y fortalecer lo que necesitamos con más urgencia: fuerza de voluntad para elegir.

El tiempo del ocio es un tiempo para hacer algo exclusivamente por nosotros mismos. Lo que significa esto nos lo enseña a la perfección cualquier niño que está jugando: se halla tan sumido en su actividad que se olvida completamente del tiempo y no se plantea nunca si el juego le  va a conceder algo.
Ulrich Schnabel (es autor de Ocio. La felicidad de no hacer nada).