lunes, 13 de julio de 2015

LA SOLEDAD VACÍA

¿Que diría hoy Anthony Storr, cuando tanta gente establece vínculos a través de todo tipo de redes sociales, multiplica sus relaciones a golpe de clic y expone sus intimidades sin que parezca conveniente guardar algo para la maduración interior? ¿Qué diría de un tiempo en el que la distinción entre estar solo y acompañado se ha vuelto borrosa porque los artilugios nos dejan a disposición permanente de los demás? Vería en ellos seguramente una muestra más de la condición contradictoria del ser humano: un ser único del nacimiento a la muerte y con una capacidad enorme de comunicarse con los demás, pero no ilimitada, porque siempre queda un rescoldo intransferible, y por tanto un ser abocado a una soledad intima, aunque necesitado de compañía para “completarse”, para ser.
Es una contradicción insalvable por mucha tecnológica que pongamos en nuestra vida y por muchas relaciones que establezcamos: nunca llenaremos del todo la soledad existencial que nos caracteriza. De hecho, ese sentimiento de soledad parece haberse multiplicado en paralelo a las posibilidades de comunicación, como si esa capacidad en aumento -que lleva a extender nuestra presencia, aunque sea virtual, a todo el planeta- en vez de redundar en más y mejores relaciones ahondara en el aislamiento.
Ese sentimiento creciente de soledad en medio de la riqueza comunicativa proviene de unas carencias que no se sabe cómo llenar. Es una soledad vacía y por tanto “temida”.
Paco Valero